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13-03-2025 Vol 19

El desafío de integrar arte contemporáneo en una iglesia barroca

La Sala Verónicas en Murcia, un espacio único que transforma el arte contemporáneo.

Desde hace cuatro décadas, la Sala Verónicas reta a artistas contemporáneos a crear obras concebidas específicamente para ser expuestas en el interior de una antigua iglesia barroca que formaba parte de un convento de clausura. El espacio, hoy un lienzo blanco con pocos elementos decorativos originales, acoge tres exposiciones anuales.

Según explica Rosa Miñano, responsable de la sala: “Normalmente, trabajamos con artistas consolidados a quienes invitamos a presentar un proyecto. También consideramos recomendaciones de comisarios y, en algunos casos, evaluamos propuestas enviadas directamente por los artistas”. De los seleccionados cada año, uno es siempre de la región y los otros dos son nacionales o internacionales, como detalla Mari Carmen Ros, técnico de museos que colabora en la gestión del espacio. “Para ellos, exponer aquí supone un reto: deben concebir obras nuevas y adaptarlas a este lugar tan cargado de significado”, añade.

Un espacio singular con historia y arte
La Sala Verónicas, ubicada en la planta baja de la antigua iglesia y gestionada por el Gobierno de la Región de Murcia, ha consolidado su reputación en el panorama artístico contemporáneo, alejándose del tradicional eje Madrid-Barcelona. Este edificio, declarado Bien de Interés Cultural (BIC), ofrece 43 metros lineales de pared expositiva, lo que obliga a los artistas a trabajar con las limitaciones y el carácter imponente del lugar. “La sala se transforma con cada exposición; el espacio no solo condiciona a los artistas, sino que también se integra en los proyectos, convirtiendo cada muestra en una apuesta única y arriesgada”, comenta Miñano.

Desde su apertura, la Sala Verónicas ha albergado exposiciones de figuras destacadas como Peter Greenaway, Juan Uslé, Joan Fontcuberta, Antoni Abad, Marina Núñez, Daniel Canogar y Concha Jerez, entre otros. Además, presenta catálogos cuidados que reflejan la calidad de cada muestra, un sello distintivo del espacio.

Rosell Meseguer y su «Tierra en blanco»
Hasta el 5 de enero, la sala acoge una retrospectiva de Rosell Meseguer, nacida en Orihuela (Alicante), titulada Tierra en blanco. La exposición combina algunas de sus series más emblemáticas con un 60% de obras nuevas. Entre las piezas destaca su serie Ovni archive, que examina las secuelas de la Guerra Fría a través de fotografías, grabados y libros que evocan la peculiar arquitectura de la época, con estructuras que recuerdan a ovnis. También se exponen inquietantes imágenes de arquitectura militar abandonada, como refugios antiaéreos y diques para submarinos, distribuidos en las antiguas capillas.

Otro aspecto singular de su obra son los libros de contabilidad pintados a mano, que representan elementos de la tabla periódica. Estas piezas, trabajadas con pinturas, pigmentos y emulsiones, reflejan la conexión de Meseguer con la tierra como material y tema central de su trabajo, donde la historia, la guerra y el paisaje juegan un papel clave.

El impacto del espacio en la obra
La pieza más destacada de la exposición es un políptico monumental de 5 metros de ancho por 10 de alto, instalado en el antiguo altar mayor. Compuesto por 15 filas de rectángulos en papel pintado con tonos que representan minerales de la Región de Murcia y la Vega Baja del Segura, como el blanco de la sal o el negro del lignito, la obra se presenta como un retablo terrestre.

“El espacio obliga a considerar elementos como la altura y la disposición estrecha de las capillas, por lo que las piezas principales suelen ubicarse en los transeptos”, explica Meseguer. En el coro bajo, iluminado de forma tenue, se suelen colocar obras más íntimas, añade Miñano.

En el centro de la sala, Meseguer ha dispuesto vitrinas con documentación variada, característica recurrente en su obra. En ellas se exhiben desde tratados antiguos y piezas del Museo Arqueológico de Murcia, como proyectiles romanos y lingotes de plomo, hasta libros de artista, fanzines y juguetes. Todo ello configura un gabinete de curiosidades que trasciende el concepto de archivo como mero contenedor de documentos.

La Sala Verónicas sigue demostrando cómo la convivencia entre arte contemporáneo e historia puede generar experiencias únicas y cautivadoras, manteniendo su relevancia como un espacio de referencia en la región.